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Cine Braille

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Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia

LOS ESPEJOS DE OZYMANDIAS

El lunes 25 de julio el sitio Yahoo! News publicó una nota de La Nación de Buenos Aires, escrita originalmente para The Wall Street Journal, en la que se informaba que el príncipe heredero de la monarquía saudita, Mohammed Bin Salman, planea una obra de escala geológica: construir de la nada una ciudad en forma de un único edificio de 120 kilómetros de largo, 487 metros de altura y 200 metros de ancho. El proyecto, llamado Mirror Line ("Línea de Espejos") fue diseñado por un consorcio de estudios de Estados Unidos y Canadá. Costará una pirámide egipcia de dinero, a ser erogada por un fondo soberano saudita al que una oportuna guerra entre Ucrania y Rusia en pleno invierno de Kondratiev ha hecho aún más multimillonario que antes.

 

"Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes.
¡Contemplen mis obras, Poderosos, y pierdan toda esperanza!"
Ozymandias
, Percy Shelley, 1817

 

De concretarse el megalómano emprendimiento, la Línea de Espejos podría albergar a cinco millones de personas, la séptima parte de la población actual del reino. Al príncipe y su cohorte de Locos de la Motosierra no entusiasmó el primer informe: se necesitarían cincuenta años para terminar con las obras, un plazo que un faraón de la Cuarta Dinastía, un emperador Han o un Papa del Renacimiento hubieran aceptado: El Reino de Arabia Saudita no: exige que esté acabado mañana mismo, en 2030. El turismo permitirá recuperar la inversión, el turismo dará al país un ingreso para cuando, en dos o tres décadas, el mundo deje de girar alrededor del maldito oro negro. La pirámide egipcia de dinero ha hablado.
El artículo afirma que el proyecto prevé que un tren de alta velocidad corra por debajo de los edificios, uniendo las estaciones terminales de sus extremos en 20 minutos y (el toque de época) eliminando al mismo tiempo la contaminación por el uso de combustibles fósiles. También dictamina un puerto para yates en su extremo sobre el Golfo de Aqaba, un complejo turístico de montaña, un estadio para espectáculos deportivos, un aeropuerto, otro complejo para albergar al gobierno de la nación, un uso exclusivo de energías renovables. Desgraciadamente se abstiene de aclarar si habrá un lugar reservado para una de las tradiciones locales, la ejecución de delincuentes y opositores, incluso sin el empleo de motosierra alguna. En la misma construcción se cultivarán frutas y verduras para alimentar a sus habitantes, que se “cosecharán y empaquetarán de forma autónoma” y se trasladarán a los “comedores comunitarios” y las “cocinas de convivencia”, un aparente detalle de socialismo a la soviética, pero claro, "los residentes pagarán una suscripción para que se les sirva el desayuno, el almuerzo y la cena". Es la tercera década del siglo XXI y es Arabia Saudita. Hace décadas que el polvo cubre al Gosplan, allá en el basurero de la historia.
Los problemas técnicos que hay que superar son tan grandes, la afición de las familias reales árabes a anuncios sin ulterior concreción es tan marcada, que es preferible no imaginar a cuenta una estadía de una semana en la Línea de los Espejos. La propia escala del solecismo, una especie de serranía artificial, obliga a considerar algo irrelevante para cualquier otra construcción: la curvatura de la Tierra, de unos 20 centímetros por kilómetro. Las obras se ejecutarán en el desierto norte de Arabia Saudita, es decir en ninguna parte. Hará falta pensar en los efectos de la falta de luz solar en gran parte de las caras internas de la construcción. Alteraría el flujo de las aguas subterráneas, las rutas migratorias de varias especies animales, los derechos de las tribus beduinas de la región. Para esto último, no puede decirse que el estado saudita, una de las dictaduras más opresivas del mundo, carezca de herramientas: ya hay un muerto por acción de sus fuerzas de seguridad.
El gobierno de la casa de Saud no le cae bien a nadie que no tenga un interés creado en sus negocios y manejos, de Vladimir Putin al Departamento de Estado y del Mossad al Partido Comunista de China. Pero algo de este plan tiene un sabor que creíamos perdido, el de la utopía que no teme a los límites tecnológicos, económicos, naturales. El del siglo XX era un mundo que todavía podía mirar con inocencia proyectos de esta escala, que desconocían o hacían que desconocían el atroz sufrimiento del trabajo semiesclavo, los ingentes pasivos ambientales, los impresionantes costos de mantener operativas por décadas estructuras gigantescas incluso cuando ya no producían beneficios. Hay en la Línea de Espejos un aire a proyecto soviético, de los años en que la superpotencia comunista construía enormes centrales nucleares, represas y canales como otros países reparaban baches. Sobre todo me hace acordar al temerario proyecto de riego del Asia Central que desvió los ríos que desembocaban en el Mar de Aral, casi secándolo. La parte meridional del lago es hoy un desierto de arenas contaminadas con agroquímicos, salpicado por charcos de agua salada donde ya casi no hay especies que puedan vivir. Tal vez ahora mismo, desde un balneario en el Mar de Aral del Más Allá, el viejo Nikita Jruschof lee esto y se ríe.
Sería una forma de justicia poética, casi la única que nos queda en estos tiempos desangelados. Si, como sostenía Swedenborg, el Más Allá es, al principio, igual a este mundo, y quien muere en la Estocolmo terrena pasa a otro plano de la existencia pero en una Estocolmo igual a la que su alma inmortal acaba de abandonar, y lo mismo corre para Singapur o Gualeguaychú, no me disgusta imaginarme al bueno de Jruschof y a algunos integrantes de su claque de ingenieros y planificadores sentados en reposeras, tomando sol en el Mar de Aral. Se quieren servir un vodka y no pueden, porque la botella está llena de arena. Más arena que en un cuento de James Ballard, que seguramente estará a su vez en su casa de Shepperton escribiendo ese relato.
Tal vez recordando la cita shakespeariana de El Halcón Maltés de Dashiell Hammett, cuando al protagonista Sam Spade le preguntan de qué está hecha la famosa estatuilla por la que la gente mata y muere en la novela, y responde: "de la sustancia de los sueños".
 
Más detalles en la nota del Guardian (en inglés) aquí.