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LIBROS EN CINE BRAILLEEN REALIDAD QUERÍA HABLAR DE OTRA COSA

Martín Zariello, Puente Aéreo Ediciones, Mar del Plata / Barcelona 2014.

En Sobre el rock, ya comentado acá, el artista conocido como Il Corvino se había presentado ante quienes recién lo descubrían como un observador agudo, ingenioso, divertidamente digresivo y con el toque pop necesario como para dejar una frase resonando en la cabeza del lector, como si fuera un estribillo de su admirado Charly García. Luego vino un volumen de cuentos, La luna y la muralla china, y el tercer libro es una nueva recopilación de ensayos, la misma silva de variada lectura de Sobre el rock pero ya sin la más que nada aparente limitación impuesta por el título. Porque aquí no hay solo textos sobre rock, sino también sobre cine, literatura, fútbol, kirchnerismo, fabricación de lonas para camiones, alienación cotidiana, hielo y limón.

En realidad... comienza con los textos sobre literatura: creo que son de lo más logrado del libro. No tanto el inicial, dedicado a Ernesto Sábato, cuyos últimos párrafos me parecieron un poco artificiosos, o mejor dicho el artificio tal vez está demasiado a la vista, pero sí los correspondientes a Pizanik, Bolaño, Blaistein, Levrero, Henry Miller, David Foster Wallace o el omnipresente Borges de Bioy Casares, que para las generaciones más recientes es ya como la Biblia o el Martín Fierro para las anteriores: el libro a cuyas más memorables frases aludir para adelantar un argumento o descalificar con chispa. En especial me parecieron muy disfrutables y muy recomendables los artículos inéditos... o poco menos, ya que me parece que Il Corvino recurre a veces a lo que Raymond Chandler llamaba canibalizar: reutilizar, refundir, reescribir, viejos textos para crear otros nuevos. Me refiero a los artículos escritos (con la excusa de escribir) acerca de Carson McCullers y Salinger, además del titulado El agujero interior, que invierte muy eficazmente los tópicos del gastadísimo tema de la relación entre el escritor porteño y el de eso que se llama, a falta de palabra más adecuada, el "interior". (Digo con la excusa de escribir porque la naturaleza digresiva de la prosa hace que, por caso, en el capítulo sobre Salinger haya unas reflexiones muy interesantes sobre... Truman Capote).

Además los textos inéditos parecen fluir sobre una escritura más sobria, lo que me hizo notar más claramente un problema inesperado: los capítulos nacidos como posts para el blog funcionan perfectamente como tales, pero leídos en continuado, sobre papel, pueden causar empacho del estilo pop. (Tal vez un libro exija más contrastes, descansos, cambios de ritmo, un poco como un disco). Señalado esto, cabe decir que el paso de la blogósfera al papel también trae un beneficio: suele suceder que quien arriba por primera vez a un blog no capta inmediatamente las ironías, los dobles sentidos, los sobreentendidos. Este riesgo se reduce notablemente cuando el lector tiene tiempo de modular su interpretación al contar con los textos en sucesión.

En Sobre el rock, Il Corvino escribía “soy un mercenario del texto: si tengo que mentir y exagerar y copiar y asesinar para que la cosa funcione, lo hago”. Siguiendo esta indicación, que por otro lado parece el lema del periodismo argentino de estos días, creo que ha llegado el momento de que esta reseña polemice con el autor reseñado. El capítulo acerca de las correrías porteñas de Justin Bieber está escrito perceptiblemente contra la moralina insoportable de los medios argentinos y de la clase media progre, que no puede concebir que la música pueda ser otra cosa que un vehículo para letras sin duda muy comprometidas, al estilo de Calle 13. Ese tipo de textos acusatorios funciona mejor cuanto menos matices ostenta ("soy un mercenario...") pero pierde su eficacia con el paso del tiempo y el olvido de las razones por las cuales se los escribió. Defender a Justin Bieber desde el reviente rockero de "me cago en todo" pierde de vista que el reviente rockero hace rato que no es signo de autenticidad de nada. (¡Miley Cyrus fuma porro y simula ser cogida en escena! ¡Miley Cyrus!). Y defenderlo desde la impugnación de la adultez impostada de los adolescentes politizados pierde de vista que, de hecho, la adolescencia es un invento reciente: en las sufridas eras anteriores, incluso en la sufrida realidad de los centenares de millones de niños que hoy no saben ni quién es Justin Bieber, a la breve infancia sigue la adultez plena, sin estaciones amortiguadoras intermedias. (En defensa de Il Corvino, y suponiendo que le interesara ser defendido, yo podría citarlo diciendo "dudar de todo lo escrito. No darle importancia, total todos vamos a morir" o, en referencia a una más de las boutades de Fogwill, página 212, "a veces, en el afán por decir cosas ingeniosas, un tipo puede irse al carajo").

La política está fuera de la zona de confort de Il Corvino. De todos modos, está claro que el tácito contrato de lectura de sus textos "políticos" no es el mismo que el que se puede establecer con los de Mario Wainfeld o Eduardo Fidanza. El abordaje desde otro punto de vista hace que mantengan el interés. siquiera por el manejo del lenguaje o las chicanas, más allá de que algunos, inevitablemente, hayan perdido actualidad y haya temas que hoy parecen remotos (los cacerolazos de 2012, la "indignación" por los discursos de la presidenta por cadena nacional) o nos merezcan bastantes más prevenciones que entonces (cualquiera de las denuncias hijas del antikirchnerismo serial y a cualquier costo de Periodismo para todos). Rescato a Automovilismo para todos porque sigue siendo revulsivo hoy, por más que esté escrito en caliente después del accidente ferroviario de febrero de 2012 en Once: el que ahora sepamos que está probado que los frenos del tren funcionaban, el que el sistema ferroviario de hoy esté mucho más de acuerdo con un país que es parte del G-20, no altera un ápice la certeza de que el kirchnerismo jugó a la ruleta rusa con los pasajeros de los trenes del área metropolitana durante casi una década. Y rescato al texto por más que yo extraiga conclusiones diferentes del mismo suceso.

El misceláneo apartado final contiene para mí el mejor texto del libro, y a la vez el más personal: el anteúltimo, Vindicación de las lonas. Conociendo el habitual tono autosarcástico de Il Corvino, el capítulo termina con lo que me parece hubiera debido ser el final, el acorde de mi mayor a cuatro pianos y un armonio con que acaba A day in the life: "es que en caso de existir, en el cielo sólo debe haber lugar para los tipos que mueven el mundo, No para quienes lo comentamos".

 

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