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Skay Beilinson en el Teatro Roxy de Mar del Plata. Sábado 16 de noviembre de 2002, 22 horas. [Nota escrita para la desaparecida revista virtual montevideana LadoB, nunca publicada].
Skay Beilinson declaró a varios medios que sentía que Los Redonditos de Ricota se habían convertido en un monstruo demasiado grande (una Bestia Pop ¿no?) y que la presión le había hecho perder el placer de hacer música. A veces para avanzar hay que volver atrás: a empezar de nuevo, entonces.
A través del Mar de los Sargazos fue grabado en un clima intimista, casi doméstico, y la elección del lugar donde efectuar la presentación en vivo siguió esa pauta. El primer recital no fue en la obvia, neurótica Buenos Aires, sino en Mar del Plata, fuera de temporada y en un teatro. El sábado habría alrededor de mil personas (una cifra similar hubo el viernes 15 y el domingo 17). La acertada decisión de quitar las butacas ayudó a establecer un contacto muy cercano, algo imposible en esos mastodónticos shows de estadios donde se percibe menos la comunión multitudinaria que la soledad numerosa, y que sólo sirven para aislar al artista.
El público, predominantemente en sus tempranos veinte, aguardó tranquilamente el comienzo: nada del bardo habitual que en la propia Mar del Plata tuvo su punto culminante hace tres años. La espera se amenizó con los habituales cantitos futboleros contra la policía y contra Soda Stereo: las bandas no parecen haber tomado nota del "gracias totales" de ya hace ¡cinco años!. Paradójicamente, para las huestes ricoteras, Soda not dead.
Los que lo conocen personalmente dicen que Skay es una persona tímida: su actuación en escena de este fin de semana no podría desmentirlo. Apenas habló fuera de las canciones: una vez pidió disculpas por una demora entre tema y tema, y el viernes le dedicó a Poli Con los ojos cerrados, con motivo de su cumpleaños.
Pero vamos al recital en sí. Tras el playback del instrumental Kazoo, la banda abrió el fuego con Gengis Khan, el primer tema de A través del Mar de los Sargazos. Ya desde el principio quedaron algunos puntos en claro: la muy buena acogida que recibieron los temas nuevos, lo parecido que canta Skay al Indio Solari (aunque con una voz de menor rango y recursos), la solidez de la base rítmica del experimentado baterista Daniel Colombres y del bajista Claudio Quartero (de La Saga de Sayweke), el aire New Wave (toques de color para temas centrados en las guitarras) de los teclados de Javier Lecumberry (de La Doblada) y la buena complementación de las violas de Skay y de Oscar Reyna (de la Guardia del Fuego), quien en este tema en particular se lució con un excelente acompañamiento de guitarra slide.
Para la primera parte, Skay decidió seguir el orden de los temas de A través..., política de la que sólo se salió para desatar el primer pogo de la noche con el pretérito rockito Nene, nena, un inédito de Los Redonditos. Otros grandes momentos fueron Oda a la sin nombre (otra muestra de la capacidad de Skay para componer memorables frases de guitarra) y la opresiva Memorias de un perro mutante, quizás el tema más ricotero del nuevo disco, con un destacado lucimiento de la batería de Colombres. La primera parte terminó con la bella Con los ojos cerrados (más un calypso que un reggae, en verdad) y la sublime Caña seca y un membrillo, en una tonalidad cómoda para la voz de Skay y con un solo de su sello: notas largas desplegándose sin apuros, acariciando los oídos más que ametrallándolos.
La segunda parte arrancó con la ganchera Síndrome del trapecista, a la que siguió Lágrimas y cenizas, un blues que recuerda tanto a Tom Waits como a cierto rock argentino de principios de los '70 (digamos a Superchería de Pescado Rabioso, Hombre de mala sangre de David Lebón) o a la más reciente El fantasio de Divididos.
Tras Astrolabio, la dulce Entre el cielo y la tierra y La grieta, llegó la hora de remozadas invocaciones a Patricio Rey. Se sucedieron El infierno está encantador (con un arreglo galopado que ahora remite a Desire de U2), Roto y mal parado y la notable Nuestro amo juega al esclavo, para que los trapos de Gonnet, Ciudadela y otras localidades ondearan de emoción y las paredes chorrearan de vapor condensado y feliz.
Y para los bises... apenas La bestia pop, en un formato ablusado, onda Barbazul versus el amor letal como se escucha en En directo. Apenas Criminal mambo en una versión implacable, despiadada, de una potencia demoledora y didáctica: de esto se trata el rock and roll, muchachos. Un segundo Síndrome del trapecista nos despidió de este atracón de vida con un par de sienes ardientes.
Que son todo el tesoro, ya se sabe.
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