Reseña crítica: Después de una noche en la ópera un grupo de burgueses mexicanos marchan a la mansión de uno de ellos (Enrique Rambal). Luego de cenar, llega la madrugada y se relajan escuchando la interpretación de Blanca de una sonata para piano. Más tarde ningún invitado desea marcharse, así que los hombres se desabotonan las camisas y las mujeres aflojan sus vestimentas, disponiéndose a dormir en la estancia. Por la mañana desayunan y siguen sin querer marcharse, hasta que se dan cuenta que en realidad nadie quiere irse porque no pueden hacerlo, por más que las puertas permanezcan abiertas y las ventanas también: ningún invitado es capaz de abandonar la casa, es algo que supera sus voluntades. El tiempo pasa, los días y las semanas, la comida se termina, el agua escasea y los personajes son presa de enfermedades, hostilidad, histeria y debilidad; quienes en un principio eran personas de alta sociedad, comienzan a degradarse hasta convertirse en simples seres humanos un poco más elevados que los animales. Uno de los invitados (Antonio Bravo) fallece y los demás acomodan el cadáver en un aparador. Beatriz y Eduardo (Ofelia Montesco y Xavier Masse), una joven pareja de novios, deciden acabar con todo y se quitan la vida encerrándose en un armario. En la culminación de esta vorágine de locura, aparecen unos corderos, que son atrapados por los burgueses, sacrificados y asados con un fuego alimentado por el parquet del piso del salón. ¿Qué solución lógica puede tener un problema cuya génesis no es lógica? En un momento un personaje sugiere que el responsable de todo debe ser el dueño de casa, Nóbile. "Muerta la araña, la tela se deshace" acota una de las cautivas. La ausencia de la servidumbre (que abandonó la propiedad la noche inicial) también es causa de sospecha. La noción de sacrificio humano, acompañada de canibalismo, se hace insoportable no por las connotaciones sino porque nada asegura que tras acometer semejante bestialidad, los "Náufragos de la Calle Providencia" puedan salir al exterior. Esa incertidumbre es tan sólida que se transmite a cualquier espectador que se siente ante esta extraña e hipnótica obra maestra de Luis Buñuel. Diálogos soberbios y netamente buñueleanos, una fotografía que en todo momento resalta la claustrofobia del encierro, situaciones delirantes pero convincentes, la tensión que surge del deterioro tanto físico como mental sumada a las fricciones entre los desesperados personajes generan un pesado clima de angustia que va aumentando de temperatura hasta el inesperado descubrimiento de la clave para poder abandonar el recinto. A todo esto hay que añadir los extraños errores de montaje (hay escenas y diálogos que son mostradas dos veces) y encuadre (en varios momentos se ven los micrófonos) que contribuyen a hacer de EL ÁNGEL EXTERMINADOR un estupendo modelo de ese gran cine de la ambigüedad cuya ficción se enriquece por el cúmulo de interpretaciones que cualquier espectador podría aportar tras finalizar la proyección. El director intentó explicar esta polémica y con sabiduría "aclaró" el entuerto: "Quizá la explicación de EL ÁNGEL EXTERMINADOR sea que, racionalmente, no hay ninguna". [Cinefania.com]
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