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MI NOMBRE ES BOND, BILLY BOND
Antes fue un cantante de baladas más, y
el administrador de un bar donde se reunían los náufragos del
incipiente rock porteño. Después fue un tremendamente exitoso productor
musical y teatral en San Pablo. Pero a principios de los años '70,
Billy Bond, el Bondo, era la estrella
principal de la galaxia rockera argentina y líder de La Pesada
del Rock and Roll. Y de esa pesada etapa nos ocuparemos en esta nota, versión corregida y mejorada en enero de 2023 de un artículo publicado en este portal en julio de 2005.
ALGO IMPORTANTE
Giuliano Canterini nació en La Spezia, un puerto de la costa ligur de Italia, el 19 de noviembre de 1944. Era hijo de un oficial de la armada, miembro de un cuerpo especial de buzos que utilizaba una especie de torpedo individual llamado simpáticamente maiale ("cerdo"), y que tendía a funcionar tan bien como la Italia de Il Duce: quiero decir que lo hacía muy mal. Los primeros años del pequeño Giuliano fueron muy duros: su padre estaba prisionero de los aliados, su ciudad fue blanco de lbombardeos norteamericanos, y demasiadas veces apenas había pan duro embebido en vino para comer. Antes de que terminara la década su familia recorrió un camino muy habitual para los sufridos italianos de la época: se vino a Argentina.
Creció como pibe de barrio en la Buenos Aires de la segunda mitad de los años cincuenta, con el tango envejeciendo como la música de los mayores, y con el flamante rock and roll llevándose a gran parte de la juventud de entonces a la idolatría por Elvis Presley, Gene Vincent y su traducción de segunda mano para el público hispanoamericano, los Teen Tops. Con su pinta y su labia pasó muy pronto de la pista de baile al escenario, de la mano de un productor, Mario Naón, del que después tuvo que deshacerse porque no le pagaba: la historia de las primeras décadas del rock en Argentina. Armó y desarmó un montón de grupitos que animaban bailes en el Conurbano y la ciudad de Buenos Aires y que duraban lo que la esperanza en por fin empezar a ver un mango: Sandy y Los de Fuego, Bobby Cats, Los Guantes Negros, banditas en las que hicieron los palotes del rock músicos como Juan Rodríguez o Ricardo Lew. Y que le permitieron al tanito Giuliano hacerse amigo de otro buscavidas de la música que transitaba por los mismos caminos, pero que estaba a punto de convertirse en una sensación continental: Sandro.
Para 1966 se había quedado solo, pero consiguió un contrato en EMI como Billy Bond, nombre que le inventó el presidente de la compañía y que al comienzo le parecía muy ridículo. El primer tema de difusión fue Rebelión, un rockito editado dos meses antes de que los Beatniks aparecieran con... Rebelde. Lo acompañaban Lew y nada menos que los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso y el baterista Caio Vila, o sea tres cuartos de los Shakers, la banda del momento y un hito en la música del Río de la Plata. Ni esos rockeros y contraculturales simples inaugurales ni dos álbumes de baladas beat más bien comerciales, Yo, Billy Bond de 1968 y Las dos caras de Billy Bond de 1969, pudieron imponerse a la indiferencia con que la época todavía recibía al rock en esta parte del mundo, aunque al menos le permitían algo que en su círculo de amigos era una hazaña: vivir de la música. Llegó a grabarse otro disco más, que nunca se editó, con temas escritos por Hugo Fattoruso y hasta algunas letras del médico y escritor Florencio Escardó .
De todos modos, esta época le dejó al Bondo algo más valioso que un éxito pasajero. Como le dijo a Claudio Kleiman en una extensa y reveladora nota para la Rolling Stone, "ahí es donde aprendo a manejar el estudio, porque empiezo a laburar en eso todo el tiempo, a producirme los discos, algo que nadie hacía. Los cantores no se producían. Aprendo el oficio de productor, entonces me largaban solo en el estudio, me decían 'hacé lo que quieras'".
También era uno de los administradores del boliche porteño La Cueva, un intento de pegarla con un The Cavern pero en un puerto de agua dulce al final del mundo en vez de Liverpool. El local original en Avenida Pueyrredón, antes de Billy, era en realidad un puticlub al que los músicos de jazz alquilaban una noche por semana, la del lunes, para juntarse, tomar unos whiskies y charlar con chicas que leían a Sartre: ni siquiera tenía micrófonos ni equipo de sonido, apenas un piano que casi nunca estaba afinado. Litto Nebbia, lejos de la nostalgia edulcorada, recuerda que "La Cueva era una cagada (...) era horrible: no tenía acústica, no tenía ventilación, el local estaba sucio y lleno de pulgas". Aquella Cueva bien literal no duró mucho: poco más de un año, hasta que se consiguió un lugar mejor, el de Avenida Rivadavia al 2300, que sí tenía micrófonos. Sandro (en la imagen de arriba con el Bondo) era un habitué de aquellas madrugadas compartidas, que se prolongaban mientras no aparecieran los "coiffeurs de seccional", según la frase de Miguel Cantilo. Como el propio Canterini / Bond dijo en un reportaje al diario La Nación de Buenos Aires, hoy inhallable en redes, entonces "el rock ya estaba en el aire. El Di Tella, Marta Minujín, Jorge Alvarez, Daniel Melgarejo y los Beatniks eran de otros guetos. La Cueva sirvió para que las tribus se juntaran y se vieran la cara". Esa Cueva tampoco duró demasiado: la persecución policial la hizo cerrar a los pocos meses. ¿Naranjo, la continuadora, un sótano que estaba cerca de la Casa Rosada? Apenas pudo abrir tres días. No por nada los Blue Meanies se plantean irse a la Argentina de la dictadura del general Onganía al final de Yellow Submarine.
LA PESADA, VOLUMEN UNO
En esas madrugadas de La Cueva, pero en especial en las de Manzana, su cuarta encarnación ya en Barrio Norte, Bond se hizo amigo de casi toda la escena local de la época, que hacia fines de 1970 pasaba por una crisis de crecimiento, tras la separación casi simultánea de Los Gatos y Almendra y un receso de Manal que anticipaba el mismo destino.
Por esos meses, tras la muerte del ex dictador Pedro Aramburu a manos de un comando guerrillero, se asistía al acelerado derrumbe de la dictadura del general Roberto Levingston. Todos los días había marchas de protesta, reprimidas duramente por la policía; la inflación comenzaba una espiral ascendente que, con algunos escasos respiros, duraría veinte años; Perón urdía la trama de su regreso desde Madrid. Se habían disuelto los Beatles y había terminado en tragedia el recital de los Rolling Stones en Altamont; Led Zeppelin, Cream y Jimi Hendrix, muerto en esos días, lideraban las preferencias de los rockeros argentinos de entonces. La corriente principal del rock local, en ese agitado momento, viraba consecuentemente hacia el rock cuadrado y el blues. De los grupos principales, sólo Arco Iris escapaba a esa tendencia: vivir en comunidad bajo la guía de una gurú y hacer música emparentada con el folk hacía que los demás rockeros los miraran de costado; los más intolerantes, que no eran los menos, ni siquiera los reconocían como pares.
Sin plata, sin boliche porque la dictadura le había cerrado Manzana y con su mujer embarazada, a Billy lo salvó un amigo providencial, Daniel Echeverry, pareja del productor y empresario Ricardo Kleinman. Billy pasó a estar a cargo del muy exitoso programa musical radial Modart en la noche y a comandar las grabaciones de los músicos de la escudería de Kleinman, Trocha Angosta, Pintura Fresca, Los Bichos, Banana: otra escuela formidable. Una madrugada aparecieron por los estudios el propio Kleinman y dos de sus amigos del entonces prácticamente clandestino mundillo LGBTQ de la Buenos Aires de entonces, Pedro Pujó y Jorge Alvarez, a su vez importantísimo editor de libros de tendencia izquierdista y contracultural y que había incursionado en la producción de artistas del rock argentino con el sello Mandioca. Charlan, congenian, Pujó le propone a Billy una letra suya para que la cante, que es Verdes prados, y Billy la graba con un grupo que producía, los mencionados Los Bichos, y un día se encuentra con que Pujó, Álvarez y la RCA por intermedio de Kleinman le financian un álbum entero. La suerte del principiante.
El disco que Billy Bond entró a grabar los estudios Phonalex entre diciembre de 1970 y enero de 1971 se llamaría Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll. Prácticamente cada tema muestra una alineación diferente de la banda de apoyo: Bond estaba decidido a armar un grupo abierto, en la que cada cual entrara y saliera cuando quisiera: tal vez le sirvió de ejemplo el álbum debut de Joe Cocker, en el que se alternan para acompañarlo músicos de Led Zeppelin, Traffic y Procol Harum. La actitud, declaró más tarde Bond, era romper con su música reciente: "era [hacer] algo superemocional, radical, muy al margen de lo que realmente pasaba (...). Todas las letras tenían un contenido ideológico (...). La secuencia de los cuatro discos de La Pesada tuvo una posición muy clara: un mensaje contra el sistema y contra la represión que existía en ese momento".
El disco es un desborde anárquico y vital: era blues y rock pesado con algún toque de psicodelia y letras irónicas, un humor ácido a años luz de cualquier solemnidad. Se destacaba la furiosa Salgan al sol de Javier Martínez, con el ex Manal en batería, David Lebón en guitarra rítmica, el bajista de Huinca Cacho Lafalce y un gran solo de wah-wah de Pappo. Divertido, reventado, de Pappo y Pedro Pujó, era en realidad un calco de You got me floatin' de Hendrix. El parque contaba con su autor, Luis Alberto Spinetta, en bajo, Pappo en guitarra, Black Amaya en percusión y la batería de Pomo Lorenzo; Algo importante era un reciclaje de un simple de su época beat. Estaba también Cada día somos más, cuyo comienzo se parece bastante al de ¡"Je t'aime... moi non plus" de Serge Gainsbourg y Jane Birkin! Completaban el volumen Dueño de tu piel, Voy creciendo, la sarcástica Buen día señor Presidente y la mencionada Verdes prados.
Por si los ya nombrados fueran pocos, en el disco también tocaron, entre otros, Alejandro Medina, Luis Gambolini, el Zurdo Roitzner, Vitico, Nacho Smilari, Pajarito Zaguri, Kubero Díaz e Isa Portugheis, el baterista de La Cofradía de la Flor Solar y luego de Pappo's Blues y Punch. Las trayectorias anteriores y posteriores de varios de estos músicos bastarían para armar un sucinto bosquejo de la historia del rock local hasta principios de los '80. Sus nombres están escritos en la cara del Bondo en la foto que se incluye en la portada de la placa.
BLUES PARA MIS AMIGOS
La asociación entre el Bondo, Pedro Pujó y Jorge Alvarez no acabó con ese disco: decidieron unirse para producir otros artistas. Pujó y Álvarez se encargaban de la parte comercial, por cierto sin mucho éxito, y Bond dirigía las grabaciones desde la consola, por cierto con maestría. Además, el Bondo contaba para la ejecución instrumental de los temas con su legión de amigos de La Pesada. Fue así que entre 1972 y 1974 se grabaron, entre otros álbumes, Cristo rock de Raúl Porchetto y Vida de Sui Generis, una nueva versión de La Biblia de Vox Dei y los discos solistas de varios músicos del círculo de La Pesada: Claudio Gabis, Kubero Díaz (imagen), Alejandro Medina, David Lebón y Jorge Pinchevsky. Recuerda Bond en el mencionado reportaje de Kleiman: "los músicos de La Pesada, todos ganamos plata. Yo le pasaba a Music Hall una planilla como si fuera una grabación con músicos profesionales. “Este tipo tocó tantas horas, aquí está el bajo”. Gabis dijo que nunca ganó tanta plata en su vida como músico. Después, eso de que La Pesada éramos todos locos, todos reventados, es un verso. Yo me levantaba a las 8 de la mattina, a las 9 estábamos en el estudio, y a las 10 [de la noche] volvía a casa, muerto, porque laburaba el día entero. Que te quemabas un porro, que te tomabas un whisky, sí, todo lo que quieras, pero a la hora de tocar y de hacer las cosas…".
Por esta epoca se grabó también un disco de jazz y blues, que nos recordara por correo electrónico el amigo lector Gustavo de Souza, aportando además muchos datos que no se encuentran fácilmente. Se trata de Buenos Aires Blus, en donde Billy Bond y Alejandro Medina enriquecieron la interpretación vocal de Donna Caroll con orquestaciones de nada menos que Oscar López Ruiz, su esposo. Llamaron a rockeros como Black Amaya y Willie Caceres (batería), Javier Martínez (voz), Rinaldo Rafanelli (bajo) y David Lebón y Kubero Diaz (guitarras), y músicos provenientes del tango o el jazz como Antonio Agri y Suárez Paz (violines), Molo (viola), Bragato (cello), Belloto, Serrano y Cusato (trompetas), Casalla y Golinsky (trombones), Hugo Pierre y Schneider (saxo) y Rodolfo Mederos (bandoneón). La lista de temas: Toda de gris, Linda ciudad, Te digo basta ya, La mufeta, Entonces qué (cantada por Martinez acompañado de piano y saxo), Las palabras y los gestos (gran momento de Kubero) y la irónica Ruca (simple de difusión).
Hubo un sucesor al año siguiente, un delirio de eclecticismo presentado como un disco solista de Donna Carroll, en el que hay rarezas tan interesantes como La baguala rock del gualicho de Alejo Medina conviviendo con Chiquilin de bachín de Piazzolla y Ferrer, un tema de Raúl Porchetto y la musicalización de un poema de Juan Gelman hecha por el Bondo y B.B. Muñoz. También están Los ejes de mi carreta de Atahualpa Yupanqui, María Betania de Caetano Veloso, El dia que me quieras de Gardel y Le Pera y Plegaria para un niño dormido de Spinetta, que fue el simple de difusión. Esa variedad que entonces llamaba la atención, con las décadas casi que se hizo canónica: a Ricardo Mollo, a Gustavo Santaolalla, a Jorge Drexler o a Dolores Solá muy probablemente les guste este disco. Ah, y de esta época es también toda una joya freak: Erótica, el álbum que La Pesada grabó con ¡Jorgelina Aranda!
Pero si vamos por orden, en mayo de 1972 se había editado el segundo disco de La Pesada, Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll Volumen 2, con Alejandro Medina en bajo, Pappo y Kubero Díaz en guitarras, Javier Martínez y Luis Gambolini en batería y Jorge Pinchevsky en violín. Para destacar: La pálida ciudad de Kubero; La maldita máquina de matar, cantada por Medina y compuesta en su brevísimo paso por La Banda del Paraíso, y con Pappo en guitarra; Blues para mis amigos, Que descanses mi amor, Para qué nos sirven, Voy a ver a un amigo. A la manera de separadores, sonaban fragmentos de Vida y obra del Negro Julio, con el violín de Pinchevsky y Pappo en ¡piano! La canción más recordada es la genial versión bluseada de La marcha de San Lorenzo, prohibida casi al momento de ser grabada.
Pero sobrevino un escándalo policial inolvidable el 20 de octubre de 1972 en el Luna Park,el día del famoso ¡rompan todo! que Claudio Gabis cuenta desde adentro aquí, y La Pesada casi dejó de ser una banda que se presentase en vivo. (A la izquierda, el afiche del recital. Si desean verlo ampliado, pueden hacer clic en él). Redoblando la apuesta, el grupo sacó a fin de año otro disco, Tontos, con una tapa rojo sangre que decía Tontos (operita). 20 de octubre de 1972 + por Billy Bond y la Pesada del Rock - Volumen 3. Había una vez, que en realidad es una pieza psicodélica: ruidos, efectos, grabaciones de ensayos donde se iba armando el tema, fragmentos musicales (¡el Gordo Porcel cantando Buenos Aires Madrugada!) y una sola canción, la durísima y catártica Tontos, de Medina y Pinchevsky, donde se luce la guitarra de Gabis. (La versión en vivo en Hasta que se ponga el sol es impresionante, al igual que el felliniano sketch que filmaron para la misma película).
Con La Pesada transformada en prácticamente una banda de estudio, se grabaron la mayoría de los discos solistas de sus integrantes, además de algunas otras performances sonoras que fueron a parar al último opus de la banda, Volumen IV, el habitual menú de rock y blues en el marco de una producción especialmente cuidada. Intervinieron el Bondo, Alejandro Medina, Kubero Díaz, Claudio Gabis, Jorge Pinchevsky e Isa Portugheis. Tal vez el evental y acaso inexistente lector ya se haya dado cuenta solo: los ex miembros de Manal, Javier Martínez y los citados Gabis y Medina, fueron todos miembros de La Pesada, pero nunca coincidieron los tres a la vez. En algunos momentos estaban en el grupo Medina y Martínez, y en otros Medina y Gabis. Martínez y Gabis nunca: continuaban la pelea que acabó con Manal.
El disco final tenía, entre otros temas, No nos paran más, Hacia algún lugar, Pinchevsky Rock, Estamos hartos (de Pappo), Que sepa volar, Conscientemente todo, todo lo podrás lograr. Los separadores entre los temas, esta vez, eran diferentes sonidos de animales. En ese engañosamente naif tema de Alejandro Medina que es Gracias al cielo ("grass, grass, grass, gracias al cielo") aparece en piano un tal Charly García. (¿La melodía no tiene un aire a la de All together now de los Beatles?). En el blues Año 1939 hay un solo de guitarra jazzero de Walter Malosetti, el papá de Javier... que también fue usado por el Bondo en Copado por el diablo, del disco solista del Lebón: son tomas diferentes de la misma interpretación. Frank Zappa solía usar esos trucos, y hasta les había dado un nombre: xenochrony, xenocronía, del griego xeno ("extraño") y chronos ("tiempo").
Durante casi todo 1974, Bond y Álvarez produjeron la ya mencionada nueva versión de La Biblia, la obra cumbre de Vox Dei, sin ninguno de sus creadores (!) pero con los integrantes de La Pesada y otros invitados habituales, como los Sui Generis y David Lebón, además de Miguel Cantilo y Raúl Porchetto y una orquesta sinfónica. El resultado no superó al original, no dejó del todo conforme a nadie, y tuvo además el demérito de, como afirmó Charly alguna vez, atrasarle la grabación y publicación de sus propios discos a todos los participantes: insumió ¡nueve meses de grabaciones, unas 400 horas! Fue presentado en vivo en dos funciones en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires, el 9 de octubre de 1974. No quiero ni imaginar lo que hubiera pasado si, en vez de La Biblia, se hubiera llevado adelante el proyecto original de Álvarez: ¡una versión ópera rock de Cien años de soledad!
Para e ntonces la situación en Argentina era cada vez peor; se adivinaban en el horizonte los negros nubarrones del desastre de la dictadura, que llegaría en 1976. Bond se fue a San Pablo, donde probó de todo para ganarse la vida: desde volver a abrir otro bar más que otra policía le volvió a cerrar, hasta producir el disco debut de Ney Matogrosso y convertirse en su director musical por un par de años. Siempre rápido para detectar dónde había una oportunidad de buenos negocios, regrabó La Biblia con cantantes brasileños usando algunas partes instrumentales registradas en Buenos Aires. Pero le tiraban los escenarios: volvió a cantar, en una banda llamada Joelho de Porco ("rodilla de chancho").
HACIA ALGÚN LUGAR
En 1978, Bond se reencontró en San Pablo con Charly García y David Lebón, que le estaban dando forma a Serú Girán. Billy les produjo el disco epónimo, una tarea a la que Pedro Aznar nunca tuvo en alta estima. El contrato que la banda firmó con el sello Music Hall por intermedio del productor Oscar López fue un dolor de cabeza constante casi desde el comienzo, y la indignación que le produjo a Charly se filtró en sus canciones: son transparentes sus invectivas al productor que "le da veneno" y que le obliga a estar "gastando mi dinero en la rata" en Voy a mil, se nota el sarcasmo con el que canta "¿te acuerdas de Billy Bond / cuando cantaba la del limón?" en la versión de Mientras miro las nuevas olas, de No llores por mí, Argentina. La bronca de García con el Bondo se disipó con el tiempo, cuando quedó claro que no era el responsable de cláusulas contractuales de las que la banda pretendió despegarse casi que apenas las firmó. Esa ira de Charly hacia Billy duró menos que su eco periodístico, del que esta página se asume también responsable en la versión original de este artículo.
Las pistas instrumentales de algunos temas que Serú Girán grabó en San Pablo pero fueron descartados, por no encajar en el estilo de la placa debut, fueron reutilizadas para Billy Bond & The Jets, un disco del Bondo editado en 1979 que pasó desapercibido en el marasmo de aquella época. Eran la notable Loco (no te sobra una moneda) pero con una letra con versos casi absurdos en lugar de los originales para zafar de la censura dictatorial, y el irónico tema disco Discoshock, ambas composiciones de Charly. (En su disco O Héroi del mismo año, que en realidad es Joelho de Porco sin el bajista original que además era el dueño del nombre, Bond incluyó respectivas versiones en portugués: Pensando nos teus ossos y A Mágica de Oz). Serú Girán también dejó grabada una nueva y muy buena versión funky de Treinta y dos macetas, del célebre primer trabajo solista de Lebón, aquí renombrada Toda la gente: único tema del disco de The Jets grabado por los Serú Girán que conservó la pista de voz original, del propio Ruso. El resto del álbum seguía la tesitura de amontonar cintas que habían quedado en el cajón en diferentes momentos de su carrera, incluyendo las prehistóricas Judy disfrazada y Sono io, más un tema, Toma rock and roll, grabado en una zapada con Nacho Smilari en guitarra y dos integrantes de lo que sería Patrulha do Espaço, el bajista Oswaldo Kokinho Gennari y el baterista del mítico trío Aeroblus, Junior Castello, según recordó a esta página el propio Castello en un mensaje de correo electrónico de 2007.
SALGAN AL SOL
Con los años, Bond / Canterini devino uno de los más importantes productores de espectáculos del circuito paulista: incluso hizo el contacto para que Queen tocara en Argentina a comienzos de 1981, una idea que, recuerda, se le ocurrió a Charly García en Los Ángeles en 1978, cuando fueron a terminar de grabar y a mezclar Serú Girán. También se hizo tiempo para grabar dos discos más: Quiénes son ellos, de 1982, y Yo me amo, de 1992, un proyecto que apuntaba al mercado de España y que significó un reencuentro con Jorge Álvarez, radicado desde 1976 en la península... y que pasó sin pena ni gloria. Durante años vino anunciando sus intenciones de hacer algunos shows en Argentina reuniendo a La Pesada, con invitados, como Attaque 77, Skay Beilinson y Divididos, que grabaran en 1998 un gran cover de Salgan al sol.
En 2018 pasó por la pálida ciudad para regrabar tres temas, Loco (no te sobra una moneda) por fin con su letra original, Gracias al cielo y Conscientemente todo, todo lo podrás lograr, para darle una mano a su viejo compinche Alejandro Medina, convaleciente de un trasplante de hígado. Los músicos que lo acompañaron reflejan el espíritu de siempre de La Pesada: Charly García, Fito Páez, Rubén Rada, Hugo Fattoruso, Dante Spinetta, Daniel Melingo, Claudio Gabis, Héctor Starc, Black Amaya, Barbi Recanati, Marilina Bertoldi, Gillespi, Javier Malosetti, Juanito Moro, Fernando Noy, Sergio Dawi, Claudio Kleiman y los integrantes de Las Bodas Químicas.
A mediados de 2019 trajo a Buenos Aires una de sus mayores producciones, El mago de Oz, una puesta en 4D con arreglos del propio Bond y adaptación musical de Fito Páez, que atrajo a más de 20 mil espectadores. Para Billy, era una prueba piloto para su próximo paso, un espectáculo sobre la vida de Charly García que unía sus dos pasiones, las comedias musicales y el rock. La pandemia obligó a archivar ese proyecto, que por cierto no parecía entusiasmar al propio Charly, y entonces Billy cambió el enfoque y lo convirtió en la idea para una comedia musical sobre la historia del rock argentino, con un guiño en el título: Rompan todo. Los planes no se quedan ahí: Billy trabaja además en una autobiografía y un documental.
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