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Cine Braille

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Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia

EL NEGRO PÚA: UNA HISTORIA DE TANGO

Este rincón dedicado a la evocación de las glorias de la música ciudadana hoy le hace un lugar a Agamenón Eurípides Cardoso Mendonca, mejor conocido como el Negro Púa, autor de tangos inmortales como "Mamúa", "Polaca rantifusa", "Pirándome en zolcilloncas", "Flor de trolo", "El trozo más manyado en todo Canelones" y "Grela en tus dreadlocks", y también responsable de uno de los capítulos más pintorescos en la historia del espectáculo. [Publicado en Televicio Webzine en abril de 2004].

 

El Negro nació en la ciudad vieja de Montevideo el 15 de febrero de 1897. Su padre, Arístides Menopausio Villar Haedo, era un acaudalado hacendado de Rivera, en la frontera con Brasil; su madre, Carlota Cardoso Mendonca, una planchadora mulata famosa por su belleza, cuya única debilidad eran los hacendados acaudalados. Su padre, admirador de la cultura griega, le dio sus nombres, pero como también era temeroso de lo que podría decir la alta sociedad oriental, le negó su apellido; es por ello que Agamenón llevaba el de su madre.
Arístides Villar Haedo, sintiéndose un poco culpable, le pasaba una módica mensualidad a Carlota, con lo que el pequeño Agamenón disfrutaba de un (relativo) buen pasar. Llegó hasta tercer año del Liceo, pero tuvo que abandonarlo cuando hirió en la cara a un compañero de clase que osó burlarse del oscuro color de su piel. Agamenón también tuvo la mala idea de marcar a los policías que lo fueron a arrestar, a un oficial de la Armada oriental que quiso colaborar con su detención, a la asistente social que iba con los policías y a un armenio vendedor de sábanas que pasaba por ahí, antes de tomarse el buque a Buenos Aires con unos pocos ahorros que había podido juntar a las apuradas. Años después, recordaría con esa simpatía que lo caracterizaba aquel suceso: "fue un mal momento", dijo, con una sonrisa en sus labios. Ese episodio le valió su popular sobrenombre.
En Buenos Aires consiguió trabajo como changarín en el Mercado Central. Hacia 1915 quiso ingresar en el Conservatorio para estudiar composición y armonía, pero necesitaba el título secundario. El recuerdo de sus años en el Liceo lo disuadía de completar sus estudios, pero justo apareció en su vida la señorita Merceditas Zárate Agüero, dama de la alta sociedad porteña. El Negro Púa acudió a la casa de Merceditas gracias a un aviso publicado en un periódico, por el que se solicitaba una dama de compañía. El Negro se presentó en la mansión de los Zárate Agüero y pidió ver a la joven; ésta, tan sorprendida como divertida, le concedió una entrevista a solas que se prolongó durante tres días con sus noches. Al término de la misma, el Negro fue contratado como dama de compañía de Merceditas con un importante sueldo. A los pocos días, el padre de Merceditas (director del Conservatorio) le permitió al Negro comenzar a cursar sin necesidad de acreditar título secundario alguno.
Este suceso fomentó que se lo conociera por otro apodo que preferimos no citar, y que hacía referencia a sus cualidades viriles, cualidades que más de una vez lo sacarían de apuro.
En la Noche de Año Nuevo de 1917 se produjo el estreno de su primer tango en Le Cabaret Royal de la calle Corrientes. El tema era "Besame y da la vuelta" y fue recibido con una ovación por la concurrencia. Fue interpretado por el conjunto musical del cabaret, cuyo director y pianista era el propio Negro Púa. Se dice que Carlos Gardel estaba entre la concurrencia, y que festejó especialmente la letra ("El del saco beige se agachó ante el rey / hombres simulados con olor a hotel"). Ese sería el comienzo de una carrera impresionante, tanto por la cantidad de vivencias como por la ausencia de éxito masivo.
En 1924 disolvió el conjunto y se empleó como pianista en tres cines de barrio en la ciudad de Buenos Aires. Acompañaba las películas, y ahí conoce a Valentino, Fairbanks, Chaplin y Pola Negri - pero sólo como espectador. Las películas que acompañaba eran westerns clase B, aventuras clase B, melodramas con desconocidos y películas fracasadas de tintes oscuros. El Negro se mantiene gracias a Merceditas, ahora casada con el joven Caballero Ruiz, hijo de la acaudalada familia de banqueros. El Negro, que aún mantenía un escandaloso romance a escondidas con Merceditas, planeaba una fuga, pero cuando Caballero Ruiz se enteró, acudió a la casa del Negro y le pidió por favor que pensase y que no cometiera una equivocación. El Negro, que estaba raramente sereno, comprendió el mensaje y aceptó una mensualidad que Caballero Ruiz decidió pasarle para que no cometiera más equivocaciones con su esposa. De hecho, esa fue la última vez en que el Negro cometió equivocaciones con Mercedes; no así con otras damas.
En 1925 decidió irse a París. Todo iba bien hasta que un oficial del Conte Ginobili lo descubrió de polizonte en las bodegas del barco. Estuvieron a punto de bajarlo en Santos, Brasil, pero el Negro se las ingenió para hacerse contratar como afinador de pianos a cambio de camarote y comida y el pasaje hasta Marsella. En el viaje, el Negro sedujo a una dama española, la condesa de Montmeló, con la que se fugó al llegar a Barcelona. En la capital catalana tuvo breves contactos con grandes figuras de la época: un día vio de lejos a Antonio Gaudí, otro día le alcanzó el sombrero a don Miguel de Unamuno, y una vez el taxi en el que viajaba chocó con el auto del cuñado de una querida del Marqués de Villaverde.
En el invierno de 1925-26 por fin conoció París. En esa época compuso su célebre tango "Fafutrefe de shusheta", un ejercicio de lunfardo tan particular que bordea el dadaísmo. (De hecho, el Negro asistió a un festival surrealista en el Cabaret La Bola Cuadrada, pero parece ser que extrajo la errónea conclusión de que ciertos experimentos prosódicos de vanguardia eran una forma de argot parisino). Recordemos sus versos iniciales: "En París chamuyé dadá / con la polis mequetrefe / así manyó fafutrefe / la cafufia del gagá / la ñeñuca de la jermu / greló de pris la ñata / al compás de la lirata / caneló de ayer la gremu". Hay que decir que la mismísima Academia del Lunfardo aún debate qué quiso decir el Negro con la mitad de las palabras que empleó. Héctor Ernié arriesgó alguna vez la hipótesis de que "greló de pris la ñata" quería decir algo así como "ensució de cocaína la nariz", pero en cambio se mostró en extremo reservado con los otros versos.
FAFUTREFE DE SHUSHETA ("tango dadaísta", Negro Púa, circa 1926)
En París chamuyé dadá
Con la polis mequetrefe
Así manyó fafutrefe
La cafufia del gagá
La ñeñuca de la jermu
Greló de pris la ñata
Al compás de la lirata
Caneló de ayer la gremu
ESTRIBILLO
¡Ñorse! ¡Alacrán!
¡Fifí caften, titán!
Fafutrefe de shusheta
Pinta, fiolo y gavilán
Manya merca el farabute
Que se engorfia a la duquesa
Yo me limo la remesa
Trinqué gilada bien debute
Se le pianta a la rufiana
¡Qué ogasorto, tufo y tranca!
El bofe fiolo ya se manca
El tajo terco 'e bataclana
ESTRIBILLO
¡Ñorse! ¡Alacrán!
¡Fifí caften, titán!
Fafutrefe de shusheta
Pinta, fiolo y gavilán.
En febrero de 1926 tuvo una pelea con la condesa de Montmeló que terminó en un escándalo. Fue expulsado de Francia sólo gracias a la intervención del embajador uruguayo: los franceses lo querían enviar al penal de la Isla del Diablo. De regreso de Europa, estuvo unos días en Montevideo, visitando a su madre. Quiso entrar a trabajar de pianista en un burdel de Maroñas, pero pronto se arrepintió: como le dijo a Brizuela Méndez en la famosa entrevista que le hizo para la TV en 1978, "creía que estaba para algo más grande. Y a los pocos días nomás entré a trabajar en Avellaneda en Más Pinas Que Las Gallutas, el puticlub más grande del Hemisferio Occidental, como le gustaba decir a su dueño, el Ruso Siviski".
Poco se sabe de esta época, dado que el propio Púa siempre guardó un terco silencio. Los estudiosos han intentado hallar algunas pistas en sus tangos, milongas y valses compuestos en esos tiempos, pero como son casi todos instrumentales poco es lo que se puede deducir: "Garpame o dejame ponerla de arribeño", "Vals de la mujer podrida" (compuesto a medias con Carlitos Nebbia, aunque su título, debido a la censura, debió ser cambiado a "Vals de la mujer perdida"), "Blenorragia", "Permanganato", "Paparula" y "No puedo evitar que vengan hacia mí los sandwiches de miga", de Púa y el Beto Napolitano.
"En el año '27 pasaba tanto hambre que tuve que volver al cine" recordó Púa en la entrevista ya citada. "Me daba como para ir tirando, pero justo llegó el cine sonoro... Tuve que irme al interior, a tocar en cines donde todavía no había sonido, en Dolores, en Balcarce, en Bolívar... llegué hasta Neuquén. Pesaba 50 kilos. En esa época estaba como galleta entre los pasteles: no me daba bola nadie".
En 1928 decidió reunir su conjunto, tras cuatro años de paréntesis. Se anunció "el regreso más esperado" pero fue un fracaso: nadie recordaba siquiera que se hubiesen separado. Púa entonces decidió hacer primero una gira de despedida, y luego una de reunión. La primera de ellas se llamaba "Adiós Conjunto Púa" y terminó en Clorinda, en la frontera con Paraguay, cuando el Chino Mendieta y el Negro se pelearon por la última empanada que tenían. "Era de jamón y queso, me acuerdo como si fuera hoy" rememoraba el Negro. "Fuimos todos en cana tres meses. Fueron los mejores meses en mucho tiempo: comíamos todos los días". Cuando los liberaron, el Negro y el Chino volvieron a pelearse, esperanzados en que así volverían a la comodidad de la cárcel, pero esta vez los largaron después de unos cuantos azotes "y con el estómago vacío, señor Brizuela, vea qué crueldad..."
En ese momento cayó como un regalo del cielo la noticia de que el Chino Garcé, el renombrado cantante ciego de Buena Vista, había grabado "Polaca rantifusa" y "Mamúa", dos temas del Negro Púa, y que había logrado un moderado éxito. Púa pronto se ofreció como músico de Garcé, quien lo aceptó bien que a regañadientes: no lo tomó como pianista ni como guitarrista, sino como intérprete de bongó. Púa apenas tocaba unos compases en el candombe "Por los canales de Venecia", pero al menos así lograba sobrevivir.
Merced a una memorable (y milagrosa) noche en el Casino de Mar del Plata en febrero de 1930, Púa le pudo decir adiós al Chino Garcé. Quiso volver a París, y lo hizo en el mismo Conte Ginobili en el que alguna vez había ido de polizonte. "La suerte es grela, señor Brizuela Méndez, y yo me quise mandar una parada. Quise mostrar que un morocho como yo podía andar como un duque."
En París se gastó el resto de su recién adquirida fortuna en mujeres rápidas y caballos lentos, y terminó de gigoló en un hotel para americanas ricas. En una sola oportunidad dio rienda suelta a sus impulsos musicales, bien que, en una nota característica de su situación en ese entonces, distara de tener la relevancia artística que hubiera querido: acompañó en algunos números al Petómano, armonizando con silbidos los sonidos que el legendario francés hacía salir de su trasero.
Volvió a Buenos Aires justo en los días de la muerte de Carlos Gardel, y fue testigo de la enorme repercusión popular de la tragedia. Entonces se le ocurrió una idea delirante, que instala al Negro Púa en el Olimpo de los farsantes: "yo vi que Gardel, que antes de irse a París no llenaba los teatros, se había vuelto un santo, casi un San Martín. De golpe se empezaron a vender discos de él como nunca; yo creo que los herederos vivieron mucho mejor que lo que pudo vivir él. Entonces yo dije '¿y si me hago pasar por muerto?' y entonces me tiré el lance a ver qué pasaba".
El Negro Púa hizo correr la voz de su muerte, gracias a un amigo que tenía en el diario Crítica. Se decía que había muerto en un duelo en París, a causa de una mujer, el 25 de mayo de 1937. Los resultados distaron de ser impresionantes, pero al menos le dieron de qué vivir durante un buen tiempo. Hasta se hizo un disco homenaje al reciente fallecido: "Polaca rantifusa" fue interpretado nada menos que por Ignacio Corsini.
Gracias a un subterfugio muy particular (se hizo pasar por hijo suyo, algo favorecido por su aspecto bastante juvenil, por cierto) logró cobrar los beneficios de sus canciones. Un signo de este relativo renacer fue que, para aprovechar la volada, sus ex compañeros salieron de gira usando el nombre de Ex Conjunto Púa. Afortunadamente para el Negro, la aventura no duró mucho: en una actuación en Montevideo, el compañero de clase que había herido hacía casi 30 años fue a vengarse de la cicatriz que historiaba su mejilla y, en su ceguera, mató a cuchillazos a todos los integrantes del conjunto. Esta fue la razón por la que el Negro decidió no hacer pública la farsa. Esperó un mes, luego otro, luego un tercer mes, y cuando decidió revelar la verdad lo hizo en una audición de Radio Splendid, "Tangos de madrugada", el 4 de agosto de 1968.
El escándalo fue tan grande que hasta intervino el gobierno. El presidente, general Juan Carlos Onganía, creyó ver en su repentina reaparición una metáfora del regreso del entonces exiliado Juan Domingo Perón, así como una blasfemia contra la Resurrección de Su Señor Jesucristo y un ejemplo de marxismo apátrida, para colmo llevado a cabo por un negro uruguayo. El Negro estuvo preso a disposición del Poder Ejecutivo Nacional hasta que fue amnistiado el 25 de mayo de 1973, el día de la asunción del gobierno democrático de Héctor Cámpora.
Durante los años de su prisión se registró un leve aumento en el interés por su obra, reflejado en la liquidación de SADAIC: el Negro por fin pudo reemplazar las cuerdas de su guitarra una vez al año. En 1969 se estrenó una película en la que tuvo un pequeño papel, filmado en la cárcel: VIEJAS GLORIAS, NUEVOS ÍDOLOS, EL MISMO EMBOLE, con Palito Ortega, Tito Lusiardo, Leo Dan, Soledad Silveyra, Gabriela Gili, Juan D'Arienzo, Héctor Varela, Nélida Roca y Daniel Viglietti, entre otros, que fue un conjunto de sketches musicales de diferentes artistas, compaginados con algunos comentarios cómicos de Calígula. La película (hoy perdida), fue la única oportunidad de ver al Negro Púa, un representante del tango de la prehistoria de la Guardia Vieja, en pantalla grande.
En los '70 el Negro regenteó una pensión y figuró en algunos shows de Eddie Pequenino. Tuvo dos hijos (¡a los 73 años!) con una bailarina de tango noruega, la que se fue del país con su prole en 1977, furiosa por las continuas infidelidades del Negro. Colaboró con el programa de radio "Allá lejos y hace tiempo" de Beto Santillán (h), que salió al aire también por Splendid, y tuvo una columna propia, en la que cada viernes en la trasnoche se dedicaba a silbar tangos y milongas a pedido de los oyentes. En el '78 grabó una entrevista para un programa de TV conducido por el Negro Brizuela Méndez, pero la nota nunca fue emitida. La grabación quedó en los archivos del viejo Canal 7 hasta que fue sustraída por manos anónimas. Hace tres domingos fue vendida en Parque Rivadavia a los autores de esta nota.
En los '80, el Negro participó de una audición llamada "Recuerdos del pasado" (sic) nuevamente con Beto Santillán (h), por Radio Excelsior. Allí se le pierde el rastro. Consultado, Santillán dijo que "el Viejo Púa estuvo sólo al comienzo del programa. Se fue en la época de la Guerra de las Malvinas." Jorge Palese, asistente de Brizuela Méndez (fallecido hace unos años) también fue consultado. No recordaba bien la entrevista de 1978 a que hace referencia esta nota. Dijo: "Era un genio, lástima que murió... Me dijeron que fue en el verano del '84. Dicen que el Secretario de Cultura de Alfonsín, Gorostiza, envió una corona floral. Igual aclaro que yo no estuve. Me enteré de esto varios años después".
Una tarde estuvimos recorriendo los diarios de todo ese año y no encontramos obituario alguno del Negro Púa. En cambio, encontramos una extraña noticia de ese verano, cuyo título es: "Realízase la Kermese del Chorizo Colorado en Mercedes". Entre las variedades que se presentaron estaba un tal "Negro Púa, silba tangos y milongas".
Hoy por hoy, 2004, el Negro tendría 108 años. Parece difícil que sus silbidos aún se escuchen en alguna esquina de barrio pero... siempre hay un pero en cuanto al Negro se refiere. Así que si alguien puede aportar algún dato nuevo, por favor contáctenos a la brevedad. Será recompensado. Gracias.